A estas alturas de las fiestas, estamos a un sólo día de terminar con las celebraciones navideñas y volver al día a día, eso sí cargados de buenos y nuevos propósitos que se convierten en pequeños (o grandes) motores que nos llenan de ilusión y nos impulsan al movimiento.
Hoy todos, especialmente los niños, esperamos con ilusión la visita de los Tres Magos de Oriente, quienes durante la noche dejarán un rastro de regalos como prueba indiscutible de su paso por nuestros hogares. Y así mañana nos reuniremos con nuestros seres queridos y niños y adultos jugaremos y compartiremos estupendas recetas alrededor de la mesa.
Y de postre o para merendar, sin duda, ¡el tradicional roscón de reyes! Pero, ¿de dónde viene esta tradición?
Pues al igual que la elección de la fecha para la celebración de la Navidad en general, el origen del roscón parece estar relacionado con las fiestas saturnales romanas; unas celebraciones dedicadas al dios Saturno con el objeto de que el pueblo romano pudiera celebrar los días más largos que empezaban a venir tras el solsticio de invierno (entre el 20 y el 23 de diciembre en el hemisferio norte y entre el 20 y el 23 de junio en el hemisferio sur, dependiendo de la correspondencia con el calendario).
Para la ocasión, se elaboraban unas tortas redondas con higos, dátiles y miel, que se repartían por igual entre los plebeyos y esclavos. Ya en el siglo III, en el interior del dulce se introducía un haba seca, y el afortunado al que le tocaba era nombrado rey de reyes durante un corto periodo de tiempo establecido de antemano.
De este modo ha ido evolucionando la tradición y se ha mantenido casi intacta hasta llegar a nuestros días.
Y con esta pequeña porción de historia os deseamos que Sus Majestades de Oriente sean generosos con todos vosotros (siempre que hayáis sido buenos, claro), que mañana disfrutéis de reuniones agradables en familia y, por supuesto, ¡que no falte el roscón!